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Mensaje por mangaboy Miér Jul 25, 2012 2:50 pm



CAPÍTULO 8:
"Acercamiento"


Pasaron los días. Asami y katsumi siguieron con las lecciones durante el receso dos veces a la semana, con el secreto permiso de Urukawa sensei. Terminado el día, ambos solían salir juntos del instituto. Los varones de las otras clases murmuraban al verlos pasar, y se morían de envidia al ver a una lindura como ella con un estudiante que casi nadie conocía.

Suzume ya no era la misma. Ahora pocas veces hablaban. Prefería observarlos desde lejos escondiendo su angustia detrás de la sonrisa de siempre. Camino al instituto, a veces lo esperaba donde antes a menudo se encontraban, mirando al suelo con el maletín entre sus manos. Los veía pasar juntos sin atreverse a interrumpirlos. Cuando él notaba su presencia, solo la saludaba con un gesto amable. Ese día la vió, detrás de de un árbol.

-Hola. ¿A quién esperas? -paró frente a ella con las manos en los bolsillos.

-Katsumi-kun... -mirando a Asami y a Mitsuko, que iban con él-. Eh... Estoy esperando a Aiko-chan. Ya debe venir. Adelántense -y se esforzaba por sonreír.

Las clases transcurrieron con normalidad. Tocó el timbre de salida y Katsumi guardó sus cosas. Se volvió hacia atrás para ver a Suzume bajando la mirada al encontrarse con él, perdida en los confusos apuntes de la clase de historia que acababa de terminar. Llegó a su lado y la observó un rato. Todos se retiraban ahora.

-Las clases han terminado.

-Mmm... -asintió apenas con la cabeza, sin abrir la boca ni dejar de mirar el cuaderno aún sobre el escritorio.

-¿Estás bien? Últimamente estás rara. ¿Quieres hablar de algo? -Se hizo otro breve silencio-. No quiero que estemos distanciados. Extrañaba que no volviéramos a casa juntos. Si quieres... -ahora él bajó la mirada, pensativo, y ella buscó sus ojos.

-¡Claro! Vamos, Katsumi-kun -una radiante sonrisa la iluminó. Su voz era cálida, y en ella se oía aún un rastro de tristeza. Se puso de pie y juntó sus cosas deprisa.

-Para compensarte, puedes pedirme lo que quieras. -fingiendo seriedad.

-¿¡Lo que quiera!? A ver... mmm, tendré que pensarlo primero... -caminando hacia la puerta.

Al mirar adelante quedó helada. Las palabras que estuvo a punto de decir se ahogaron en una súbita bocanada de aire. Asami lo esperaba en la puerta del salón. Estaba sola; Mitsuko ya se había retirado por unos asuntos pendientes.

-Katsumi-kun, ¿puedes acompañarme? -se escuchó desde la puerta.

Quedó sin responder hasta que Suzume, con la mirada resignada en el suelo, le dijo:

-Ve con ella, Katsumi-kun. No te preocupes por mí. Estaré bien.

-Lo siento. Adiós, nos vemos mañana.

-Adiós.

Sola, contemplaba la puerta cerrarse.

Caminaron de regreso hasta una plazoleta en una zona tranquila de la ciudad. La rodeaba un borde de piedra. Algunos árboles, hamacas, una resbaladilla y un carrousell daban al escenario un aire de haber quedado atrás en el tiempo. Un caminito empedrado serpenteaba entre arbustos y flores desde distintos ángulos hasta una glorieta de madera en el centro, de cuyos barandales se aferraba una enredadera con su verde vivo exhibiendo grandes flores blancas. Desde arriba, caía en espiral por las cinco vigas angulosas que sostenían el techo. Se accedía a ella mediante unos escalones de piedra. Un ancho embaldosado circular la rodeaba, con bancos de madera bordeándolo en sus cuatro ángulos, mirando hacia el centro. En uno de ellos se sentaron y permanecieron unos segundos admirando el sencillo encanto del cuadro.

-Este lugar me recuerda a mi infancia -desvió la mirada hacia dos niños que jugaban en las hamacas. Sus ojos parecían mirar hacia un pasado lejano-. Venía con mis padres cuando era niña. Un día encontré a un niño que lloraba, llamando a su madre. Había caído al tropezarse con las raíces de un árbol. Me acerqué y le prometí que si le cantaba la canción que me cantaba mamá, dejaría de dolerle y se curaría pronto. Me miró y dejó de llorar. "¿Cuál es esa canción?", me dijo, "Enséñamela" -y sonrió como si nadie la estuviera mirando, como si estuviera allí, sola, mirándose correr entre la hierba, su vestido blanco, la risa de niña que parecía salir de su memoria y borrarse en el viento-. Le dije que se la enseñaría si guardaba el secreto, y después de escucharla me dijo: "Es cierto, ya no me duele. Gracias". Nos hicimos amigos y nos reuníamos para jugar en el parque. Pero sus padres se mudaron lejos y ya no volví a verlo. Hicimos una promesa de volver a encontrarnos pero supongo que es una tontería y ya lo habrá olvidado. Fué hace mucho tiempo.

Luego de una pausa, la canción comenzó en su voz como un susurro tras el silencio de los pájaros, los niños jugando como a lo lejos y las hojas que la brisa movía. El cadencioso arrullo de su voz le cerró los ojos al escucharla. Sentía que un perdido recuerdo volvía a su memoria y, sin darse cuenta, sin pensarlo, las palabras de ambos se unieron en la misma dulce melodía. Sorprendida, quedó mirándolo sin comprender.

-N-No comprendo... ¿Cómo es que la conoces si fue mamá quien...?

-No sé cómo pude haberlo olvidado -Asami lo observaba esperando respuestas-. Todo este tiempo me preguntaba quién era esa hermosa niña que había confundido con un ángel esa tarde -la miró a los ojos y continuó después de una pausa-. Yo era ese niño, Asami. Al escucharte la recordé. Aquella vez, de algún modo sentí paz y me olvidé del dolor. Y luego de que por tan corto tiempo fuéramos amigos, supe que quería igualmente hacer feliz a las personas con mi música -miró hacia el cielo-. No he olvidado la promesa -al mirarla nuevamente-. Aquí estoy.
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