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La gárgola - I

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La gárgola - I Empty La gárgola - I

Mensaje por SanctusDeiRequiem Lun Ene 07, 2013 3:00 pm

Probablemente cuando esta historia llegue a manos de alguien, yo ya habré desaparecido de este mundo. He cometido demasiados errores al largo de mi vida, y siento que ya no puedo compensarlos de ninguna forma. Sé que ningún ser humano querrá permanecer a mi lado por más de diez segundos después de haber cometido un error tan estúpido, por haberme burlado de la misma humanidad. De todos modos, mi conciencia está tranquila, pues sé que no soy el único que carga con la culpabilidad de mis actos.
Puede sonar ridículo, pero mi inestabilidad emocional se debe a que me enamoré de un ser que ni siquiera es humano. Será mejor empezar desde el principio, pero sé que es pedir demasiado que alguien pueda ponerse en mi lugar tan solo por un momento.


Todo empieza en París, en un diciembre del año 1912. Yo, Alexander, era tan solo un recién llegado, un turista ansioso por conocer a fondo la ciudad del amor. Estaba únicamente acompañado por mi hermana, quien había estado viviendo en París trabajando como sastre en una humilde tienda. Podríamos decir que Madeleine, mi queridísima hermana mayor, era mi única alternativa para poder moverme por las calles de París.
Yo tenía 18 años recién cumplidos, y mis padres me habían dicho que únicamente encontraría un futuro más o menos próspero en la iluminada capital de Francia, traba-jando como vendedor ambulante, mayordomo, camarero o tal vez sastre, pero cierto era que nada de aquello me interesaba en absoluto, pues mi verdadera pasión era el arte. Sabía que París era además una ciudad con varios aspectos artísticos; sus obras arqui-tectónicas eran conocidas por todo el mundo, como la Tour Eiffel, el Sacre Coeur, la iglesia de Notre Dame, etc. Pero sabía que mi pasión por el arte no me daría para comer, y por eso decidí pasar una temporada viviendo con Madeleine.
Madeleine vivía en una pequeña casa cerca de la iglesia de Notre Dame, y yo viviría con ella, por lo menos hasta que fuese lo suficientemente independiente como para poder vivir sin la ayuda de alguien cercano. Dejé mis pertenencias en mi habitación y miré por una de las ventanas. Jamás olvidare la sensación que sentí al ver la catedral de Notre Dame tan cerca de mí. Realmente pensé que nunca vería nada más hermoso. Madeleine pasó por delante de mí y adivinó lo que estaba pensando.
- Madeleine: puedes entrar en la iglesia si tanto te apetece. Vendré a buscarte cuando necesite ayuda con el trabajo.
- Alexander: de acuerdo, pero... ¿De verdad no hay ningún problema?
- Madeleine: pues claro que no. Tal vez puedas conocer un poco más de Notre Dame si la visitas ahora.
No me lo pensé dos veces; salí por la puerta y corrí hacia Notre Dame.
El son de las campanas de Notre Dame me paralizó por un instante, pero no me hizo volver hacia atrás. Ya estaba dentro de la catedral, y empecé a sentir como me mezclaba con el intenso silencio. Estaba completamente solo, y por un momento sentí escalofríos. Subí hacia la parte más alta de la iglesia, hacia el campanario. Mi sangre se congeló al ver las gárgolas que parecían contemplar la ciudad de París. Me paseé varias veces por el campanario, contemplando todas y cada una de ellas hasta convencerme de que eran todas iguales, o casi todas, pues fui sorprendido por una gárgola de aspecto similar al de una chica humana.
Era la gárgola más hermosa de toda la iglesia, e incluso la más hermosa de las que ha-bía visto hasta ahora. Su aspecto era humano, excepto por sus alas y sus orejas, que pre-sentaban un aspecto similar al de las otras gárgolas, pero a diferencia de las demás, esta miraba hacia la iglesia y no hacia el exterior, pero sus ojos estaban cerrados, así que no miraba nada realmente.
Desvié mi atención de la curiosa gárgola y baje por las escaleras del campanario. Me dirigía a casa, pues de repente ya no tenía ganas de seguir caminando solo por la iglesia.


- Madeleine: ¿ya has vuelto? Todavía no he empezado a trabajar.
- Alexander: necesitaba irme, no preguntes por qué.
- Madeleine: bien... ¿Has visto algo que te haya llamado la atención?
Pensé en la gárgola humana y sentí la necesidad de preguntar por ella, pues era lo que más me había impactado de la iglesia.
- Alexander: había una gárgola que tenía un aspecto similar al de una humana, y no miraba hacia el exterior como hacían las demás.
- Madeleine: ¿en serio? No es muy normal que las gárgolas no miren hacia el exterior, y menos aún que presenten un aspecto humano.
- Alexander: entonces, no sabes de que gárgola te estoy hablando, ¿verdad?
- Madeleine: la verdad es que no. He estado varias veces en Notre Dame, pero nunca había visto esa gárgola.
Se me ocurrió pensar que esa escultura híbrida había sido tan solo un producto de mi imaginación, pero no lo era, de eso estaba seguro. Era tan real...
Madeleine me llamó para que la ayudara con un vestido. Quise centrarme y dejar de pensar en ello, y la verdad, me resultó complicado olvidar el tema. No había venido a París como visitante, sino para ganarme la vida, y no podía perder el tiempo pensando en gárgolas extrañas.
El vestido en el que estaba trabajando Madeleine no parecía una pieza de ropa cualquiera. Me había contado que la esposa del juez de París le había encargado ese vestido hacía un par de meses, y que necesitaba tenerlo terminado en una semana como mucho. No pude ayudar demasiado, pero en tan solo una tarde pudimos avanzar bastante trabajo, por lo menos lo suficiente como para no hacer nada más durante el resto del día.
Madeleine me permitió salir por la noche, y no me negué. Fui a dar un paseo sin ir a ningún lugar en especial. Pasé por delante de la catedral y miré hacia el campanario. Me detuve para observar las gárgolas, y el aliento se me congeló al ver que la gárgola humana no estaba ahí. Pensé que, tal vez, no era visible desde mi punto de vista, pero eso no me tranquilizaba en absoluto. Sabía desde el principio que había algo extraño en aquella gárgola.
Las campanas de Notre Dame volvieron a sonar. Eran las once de la noche, y todavía no había comido nada, pero no tenía hambre. Sacudí la cabeza para despejar mi mente y di media vuelta. No pude evitar sonreír al ver que, un par de metros más atrás, una chica miraba hacia la parte más alta de catedral, al igual que había hecho yo. Sentí la necesidad de hablar con ella.
- Alexander: disculpa... ¿Eres de aquí?
La chica encapuchada desvió la cabeza lentamente hacia mí antes de contestar.
- Chica: he vivido aquí toda mi vida, no conozco otro lugar.
- Alexander: ¡genial! Mi nombre es Alexander. Vengo de Burdeos.
- Chica: ¿y qué es lo que quieres?
- Alexander: por ahora tendría suficiente con saber tu nombre.
- Chica: Roche.
- Alexander: entonces, Roche, tal vez puedas explicarme algo.
Roche terminó de girarse hacia mí. Era una chica atractiva pero un poco extraña.
- Roche: soy toda oídos.
- Alexander: verás, esta mañana he visitado Notre Dame, y vi una gárgola con aspecto humano. ¿Sabes algo de ella?
- Roche: no sé de que hablas.
La respuesta de Roche fue fría y rápida. Giró la cabeza hacia la catedral de nuevo como si no hubiese pasado nada. Fue entonces cuando realmente pensé que la gárgola humana no era real; nadie sabía de que estaba hablando, y esa extraña estatua ya no estaba en la catedral.
- Roche: tal vez sea imaginación tuya. Notre Dame tiene un significado diferente para cada persona, y provoca impresiones diferentes en cada uno de nosotros.
- Alexander: sí, tal vez sea eso... Seguro que... piensas que estoy loco.
- Roche: en absoluto. Simplemente tienes un punto de vista diferente y original.
- Alexander: original, claro...
Roche no apartó la mirada de mí. Vi entonces que su rostro me resultaba familiar, aunque no podía ver su cara del todo, pues el flequillo bajo su capucha le tapaba todo el lado izquierdo de su cara.
- Alexander: veo que te gusta bastante la iglesia de Notre Dame.
- Roche: la verdad es que la he visto tantas veces que ya ha dejado de impresionarme.
- Alexander: me extraña bastante. Creo que Notre Dame es una de esas obras de arte que nunca dejan de impresionarte, por mucho que las mires y por muchas faltas que creas verle.
- Roche: se nota que no eres de aquí.
Dio media vuelta y empezó a alejarse de la catedral. Fui tras ella para seguir hablándole, pues conocerla a ella era lo más interesante que había visto desde que había llegado a París, sin hablar de esa supuesta gárgola.
- Alexander: ¿dónde vives?
- Roche: eh... la verdad... en ninguna parte.
- Alexander: ¿eres una sin techo?
- Roche: no exactamente. Es algo complicado de explicar, y prefiero no hablar de ello.
- Alexander: vaya, lo siento.
- Roche: olvídalo...
- Alexander: Roche, sé que nos acabamos de conocer, pero... ¿te gustaría ir a cenar a alguna parte?
- Roche: gracias, pero no. No soy el ser que crees que soy.
- Alexander: ah, bien, no pasa nada entonces, ya me voy.
- Roche: ¡eh! ¿He dicho en algún momento que quiero que te marches?
Ahí vi que era una chica que en el principio parecía tímida, pero en el fondo era más divertida de lo que aparentaba.
- Alexander: no, creo que... no, no has dicho nada así... o eso creo.
Roche siguió caminando, ignorando ese último comentario por completo.
- Roche: ¿por qué te has mostrado tan interesado en Notre Dame?
- Alexander: me he pasado casi toda mi vida escuchando hablar sobre las maravillas de París, y ahora que vivo aquí, simplemente he querido comprobar si Notre Dame era tan hermosa como tenía entendido.
- Roche: ¿y ha cubierto tus expectativas?
- Alexander: sí, supongo. La verdad es que siempre me ha apasionado el arte, en especial la arquitectura. ¿Y a ti?
- Roche: ¡me encanta el arte! Pero me he pasado la vida entera mirando hacia Notre Dame, porque únicamente me ha interesado todo lo que sucede en esa iglesia. Pero a decir verdad...
Roche dejó de andar y lanzó una mirada melancólica hacia Notre Dame.
- Roche: ...me ha llevado casi toda la vida ver que todo es igual, que nada cambia en Notre Dame... Por lo menos así es como lo veo.
Tenía una forma de hablar un tanto filosófica. No pude entender que era lo que quería hacerme entender en aquel momento y en aquel instante no tenía demasiadas palabras para romper el silencio.
- Roche: pero cierto es que siempre me ha apasionado el arte, en especial la música. El sonido del órgano en las misas de Notre Dame es la melodía que he estado escuchando durante toda mi vida, y la que quiero seguir escuchando hasta que mi vida se rompa.
No pude evitar reír al oír esa última frase.
- Roche: ¿te estás riendo de mí?
- Alexander: en absoluto, simplemente que... sé que es patético, pero nunca había encontrado a nadie tan... quiero decir que tú y yo...
- Roche: nos parecemos.
- Alexander: ¡exacto!
- Roche: tan solo es lo que crees.
- Alexander: ¿qué quieres decir?
- Roche: créeme, es mejor que no lo sepas.

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Mensaje por chicoanime Jue Ene 10, 2013 8:30 am

owo se denota muy interesante, tiene una trama trankila y comoda por el momento, y el misterio comienza a desenvolverse desde el principio, ummmm se nota inusual la obra ya kiero ver ke tienes reservado
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