You'll have to let it go... - XII

7:51 pm
Jeff se despertó en una habitación grande y oscura. Llevaba puesta una camisa de fuerza que le impedía la movilidad. La puerta se abrió, permitiéndole el paso a la responsable de todo este asunto: Emilia Stones.
La escritora se plantó delante de Jeff con una expresión hierática.
– Que conste que no me hago responsable – susurró ella.
– ¿Responsable de qué? – pregunto Jeff nervioso.
– De lo que vayan a hacer contigo.
– ¿Y qué se suponen que van a hacerme?
– Van a dejarte morir, Jeff.
Los agentes entraron por la puerta y arrastraron al asesino. Intentó resistirse, pero se encontraba demasiado débil como para liberarse de los hombres que lo empujaban hacia una de las celdas de la sala.
Jeff miró hacia atrás y vio lo que le esperaba: una habitación reforzada metálica y oscura, la puerta de la cual había estado fabricada con un metal brillante y aparentemente indestructible.
– ¡Vas a quedarte aquí encerrado hasta que te pudras, hijo de perra! – gritó uno de los agentes.
– ¡¿Qué?!
Emilia estaba de espaldas al asesino. Jeff la miró y gritó su nombre, pidiéndole ayuda y compasión, pero ella no le hizo ningún caso.
– ¡Eres una cobarde! – gritó Jeff. – ¡Mírame! ¡Has conseguido terminar con mi vida definitivamente!
Emilia dio media vuelta y miró a Jeff. Las lágrimas caían de los ojos de la escritora, mientras observaba como esos agentes arrastraban a Jeff. La mirada oscura y rota de la joven hizo que al asesino le resultase todavía más difícil respirar.
– Go to sleep, Jeff…
Esas fueron las únicas palabras que Emilia fue capaz de pronunciar en una situación como aquella.
La puerta de la celda se cerró definitivamente; Jeff pasaría ahí dentro el resto de sus días. La escritora quiso abandonar la sala, pero un grito tras a puerta de metal le hizo sentir un horrible remordimiento.
– ¡Emilia! ¡Pensé que me querías!
La escritora se detuvo y rompió a llorar sin poder hacer nada para evitarlo. Esas serían la última vez que oiría la voz de Jeff.
Por lo menos, eso era lo planeado.