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Música y Ruido (OneShot)
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Música y Ruido (OneShot)
Wow, mi primera vez subiendo algo (y hace casi un mes que me uní al foro) pero bueno, este es una historia auto conclusiva que escribí para un concurso en un grupo en FaceBoook así que me gustaría compartirlo para saber su opinión constructiva o destructiva XD. Sin mas que decir, se los dejo
MÚSICA Y RUIDO
Yinyue no sabía cómo diablos había terminado en esa situación: Con aquel chico excesivamente atractivo acorralándolo entre su cuerpo y el piano, con esos ojos almendrados perforándolo sin piedad… ah… ya recordaba cómo diablos habían llegado a eso.
Hace apenas unos meses, Yinyue, un muchacho de cabello negro y liso, de ojos marrones había notado la presencia de cierto intruso en el Conservatorio de Artes. Yinyue procuraba no ponerle mucha atención así que se concentraba en el piano, las partituras y en no maldecir a Mozart por crear piezas tan complicadas, ya suficientes problemas tenía con el estigma que representaban sus manos pequeñas y dedos regordetes como para tener que pelearse con las obras de un genio muerto… definitivamente Dios era un desconsiderado al haberle dado esas manos y un irremediable amor por el piano.
En fin, Yinyue acababa de soltar otra palabrota “cariñosamente” dedicada al buen Mozart a la vez que tiraba la partitura lejos de su vista, fue entonces que una risita burlona captó su atención por lo tanto, enfadado volteó a la puerta encontrándose con ese tipo el desgraciado de ojos almendra, facciones como esculpidas por el mismo Miguel Ángel, cabello medianamente largo y de un escandaloso color rubio (falso rubio, por cierto)… ese era Zaoyin…
—¿Se te perdió algo? —preguntó Yinyue aun con ese semblante enfadado cruzándose de piernas y manos barriendo con la mirada al intruso que solo sonrió algo apenado.
—Ah, disculpa… es que me quedé escuchándote y me pareció algo gracioso ver cómo te enojas con el piano —respondió entrando sin permiso al salón haciendo que el moreno alzara una ceja mirándolo altivo.
–No me enojé con el piano, él no tiene la culpa de nada, me enojo con la partitura –corrigió Yinyue con algo de frialdad
–¿Pero por qué?- preguntó un poco intrigado el rubio sin entender el enojo de Yinyue.
—Porque seguramente Mozart era un megalómano narcisista que disfrutaba componiendo piezas difíciles solo para lucirse… el muy bastardo —agregó entre dientes insultando con toda frescura a uno de los grandes íconos de la música clásica provocando así que Zaoyin soltara una carcajada por los comentarios del otro muchacho.
—No creo que Mozart hubiera sido todo eso —debatió el rubio aun riendo—. Tal vez solo sus emociones eran muy complejas y por eso sus composiciones también lo son; después de todo un artista siempre plasma sus sentimientos en sus obras —agregó risueño.
—¿Y tú cómo sabes? ¿Eres poeta de medio tiempo o algo así? —le preguntó Yinyue sarcásticamente esperando ofender a Zaoyin que soltó otra risotada
—No, es solo que yo también soy músico —respondió señalándose a sí mismo con orgullo y Yinyue pareció algo intrigado.
—¿En serio? ¿Qué instrumento tocas? —cuestionó sin querer verse muy interesado notando como la sonrisa de Zaoyin se ensanchaba.
—La tornamesa —contestó el rubio llevándose las manos a la cadera queriendo parecer cool logrando que Yinyue solo alzara una ceja ligeramente incrédulo ante lo que sus oídos escuchaban.
—¿Perdón? —preguntó aun sin creerlo
—Toco la tornamesa, soy un Disc Jockey… ¿Te suena DJ? —le preguntó viendo que moreno seguía con la ceja alzada sin cambiar su expresión casi aburrida.
—¿Te refieres a esos que solo saben hacer ruido rayando discos y produciendo sonidos raros? —le dijo de manera despectiva al muchacho que frunció ligeramente el seño.
—No hacemos ruido y tampoco rayamos discos, a eso se le llama scratch por cierto —le corrigió ofendido
—Oh disculpa mi ignorancia pero aun así no puedo tomar en serio tu opinión, mucho menos puedo llamarte músico así que si me permites tengo que seguir practicando —se excusó corriéndolo de manera educada levantándose del banquillo para ir por las partituras que seguían regadas en el piso aunque no contaba con el hecho de que Zaoyin lo tomara de la muñeca impidiéndole tomar su cuadernillo.
—Te mostraré que soy un músico de verdad —le dijo en tono serio
—No gracias —le respondió Yinyue queriéndose zafar de su agarre
—No te lo estoy preguntando —Y sin ninguna delicadeza arrastró al moreno fuera del salón.
—¡O… oye, suéltame! No puedo ir con un completo desconocido a quien sabe dónde —decía intentando salvarse de su extraño secuestro haciendo que Zaoyin se detuviera de pronto con un gesto pensativo en el rostro.
—Tienes razón… Bueno, me llamo Zaoyin, soy DJ y vamos al lugar donde trabajo, a unas cuantas cuadras de aquí. ¿Quién eres tú? —le preguntó al otro que algo confundido y entre balbuceos contestó:
—Yinyue —dijo sin mucha confianza, mucho menos cuando tenía a un completo desconocido con intenciones de llevárselo a sabrá Dios donde.
—Mucho gusto Yinyue. Ya está, ya nos conocemos, podemos seguir con nuestro camino —Y sin ningún recato, literalmente arrastró al moreno entre quejas, insultos, maldiciones, pataleos y hasta gritos.
Yinyue todavía intentó luchar contra su secuestrador un rato más, incluso en la calle más de un transeúnte cotizó la idea de llamar a la policía por los gritos que el moreno estaba pegando mientras que Zaoyin ni siquiera se inmutaba y seguía tan sonriente como si fuera a un pic-nic o algo parecido. El sol ya estaba ocultándose haciendo que Yinyue se diera cuenta de que se había quedado hasta tarde en el Conservatorio, y tal vez seguiría ahí si no fuera porque ese tipo loco lo estaba llevando seguramente a algún tugurio de mala muerte tan solo para provocarle una migraña con todo ese ruido al que le gustaba llamar música.
Tras caminar (y ser arrastrado) unos minutos más llegaron a las puertas de un centro nocturno que decoraba su entrada con enormes letras neón que rezaban DM5. En la entrada un pequeño grupo de jóvenes buscaban entrar, todos vestidos de acuerdo a la ocasión, las chicas en sus diminutos vestidos ajustados y tacones de aguja escoltados por sus parejas que también parecían modelos sacados de alguna pasarela de Paris; Zaoyin se hizo paso entre las personas, haciéndole un gesto de saludo al cadenero con la cabeza para que lo dejara entrar, el hombre de traje y lentes oscuros le cedió el paso y Yinyue tuvo que entrecerrar un poco sus ojos cuando entró al antro ese y las luces de colores le dieron directo en la cara; tras acostumbrar un poco su vista pudo ver el lugar lleno de mesas, sillones, la zona VIP y una enrome pista de baile iluminada con aquellas luces endemoniadas de colores.
—Mira, ese es mi lugar de trabajo —le dijo Zaoyin señalando en lo alto de la pista de baile una plataforma en donde estaba la famosa tornamesa—. Y ese es mi instrumento —concluyó sintiendo como su pecho se hinchaba de orgullo al ver a su “pequeña”.
—Muy bien, ya la vi ¿Puedo irme? —preguntó el moreno sin parecer muy impresionado viendo como poco a poco la gente iba llegando.
—¡Claro que no! Tienes que escucharme tocar —le regañó el rubio haciendo un mohín con su boca a modo de berrinche, obviamente sin lograr enternecer en lo absoluto a Yinyue
—¿Y después puedo irme? —insistió el moreno perdiendo la poca paciencia que tenía.
—Claro, pero ya verás que querrás quedarte, es mas haré que termines babeando —le advirtió con tono juguetón viendo como el otro solo rodaba los ojos como si estuviera tratando con algún chiquillo.
Sin embargo tuvieron que esperar un poco para que el lugar se llenara y hubiera el ambiente propicio, tiempo que sirvió para que Yinyue soportara la verborrea de Zaoyin acerca de cada uno de los DJ´s que conocía, cada estilo de música electro y todo ese tipo de cosas que sinceramente a Yinyue no le importaban un comino… pero no se atrevía a callar al rubio que se veía tan feliz, contándole todo aquello como si fueran amigos de toda la vida cuando en realidad recién acababan de conocerse.
Finalmente llegó el momento de la demostración, Zaoyin dejó a Yinyue haciéndole jurar que no se iría hasta terminar así que Yinyue casi tuvo que firmarle un contrato de sangre para que le creyera por lo tanto el rubio se alejó entre el tumulto de gente y subió a la plataforma en donde estaba la tornamesa, se puso un par de enormes audífonos, el moreno pudo ver como el chico tomaba aire y paseaba la mirada por la gente que esperaba la música… entonces comenzó:
El ritmo de la música era un poco lento, la gente apenas si se meneaba de un lado a otro mientras que Zaoyin apretaba alguna que otra cosa en la tornamesa, demasiado concentrado incluso para sonreír, poco a poco el ritmo fue avanzando, cosa que no sorprendía a Yinyue hasta que todo se detuvo, la gente se detuvo también… y de pronto, una explosión de sonidos y justo en ese instante la gente saltó, el moreno ahora si parecía un poco descolocado al ver como todos pasaban de relativamente tranquilos a saltar y moverse sin control, volteó a ver a Zaoyin que se movía junto con su música, con una mano en los audífonos y la otra en la tornamesa, en un momento dado alzó los brazos como si quisiera arrojarse a su público que gritaban y seguían su ritmo, envueltos en una mezcla de melodías electrónicas, restregando sus cuerpos junto con el embriagante sonido que los hacía moverse como locos, casi como títeres del DJ que al mezclar las melodías les decía en código la manera en cómo debían bailar, drogándolos con música, poniéndolos en un trance eléctrico…
Y Yinyue vio a Zaoyin sintiendo la extraña necesidad de ir a esa plataforma y tal vez acompañarlo para tocar la tornamesa que producía un sinfín de sonidos varios y bizarros, no agudos y graves como su piano que aunque sonaban hermosos no se comparaban con la energía que inyectaban las bocinas de la tornamesa… ese que parecía hipnotizar a las masas llenándolas de adrenalina, él quería hacer eso…
Fue así como iniciaron su extraña amistad, Yinyue iba casi todas las noches para escucharlo tocar y ver como se convertía en un semi-dios al ponerse frente a su “instrumento” mientras que Zaoyin disfrutaba molestarlo por las tardes quedándose en el salón para escucharlo tocar el piano: a veces Chopin, otras veces Tchaikovski y de vez en cuando a Bach, amaba ver al moreno pasear sus manos “inútiles” según Yinyue, por las teclas de marfil, acariciándolas como si fueran el cuerpo de una mujer, de una Venus hecha de marfil y cuerdas; le encantaba ver como el pelinegro gesticulaba y se emocionaba, la rabia en sus ojos al azotar sus manos contra el piano, la ternura en su inconsciente sonrisa al interpretar una lenta melodía y la manera como fruncía su ceño y arrugaba su nariz cuando se enfrentaba a su némesis, Mozart.
Mientras que Yinyue odiaba eso, odiaba sentir la mirada almendrada de Zaoyin clavada en él, odiaba el temblor que le provocaba, las ansias que le devoraban en el estomago cuando oía su sola voz decir su nombre, odiaba como su piel se erizaba cuando accidentalmente se tocaban, odiaba la manera en como comenzaba a quererlo ¡Los dos eran hombres, por Dios, eso no era normal! Pero ¿Qué podía hacer si había comenzado a adorar cada cosa de él? Su música extravagante, tan extravagante como el mismo rubio, su comportamiento infantil y su rostro concentrado cuando traía esos audífonos en sus orejas sumergiéndose en la música.
—Yinyue ¿Qué te pasa, últimamente estás muy raro? —le preguntó un día Saoyin mientras estaban en casa del moreno, que también tenía un piano en la sala y escuchaban un CD que reproducía Sonata de Claro de Luna de Beethoven.
—Na… nada —contestó en un vano intento de sonar normal ganándose una mirada de sospecha por parte del rubio que se le acercó
—Si tienes algo, dime qué es —le insistió acercándosele a cada palabra haciendo que el pobre moreno sintiera cómo toda la sangre se le iba a la cabeza y se concentraba en sus mejillas
—Ya te dije que nada —dijo de manera cortante Yinyue tratando de separarse pero el rubio no se lo permitió así que acorraló a su amigo entre el piano y su cuerpo, lo que nos trae de nuevo a la escena del inicio.
Yinyue maldijo mentalmente a Zaoyin, lo maldijo por ser tan guapo, por tener esa mirada penetrante, por ese aroma que lo mareaba y esa voz profunda que hacía eco en su cabeza todo el día… oh lo maldecía por todo eso y más.
—Dime —volvió a ordenarle el DJ viendo cómo el otro solo fruncía el ceño—. No te voy a dejar ir y lo sabes —agregó como una advertencia.
—Déjame en paz, ya te dije que no tengo nada —volvió a decir desviando la vista queriendo escabullirse sin lograrlo, mucho menos cuando el rubio lo tomó por la barbilla obligándole a mirarlo, desarmándolo por completo, haciendo incluso que sus rodillas temblaran ante el solo contacto de sus dedos con su barbilla
—Dios… todo esto es tu culpa —murmuró Yinyue viendo con recelo a Zaoyin que no se esperaba esas palabras de él
—No entiendo —dijo el de ojos claros de verdad sin entender a que venía ese comentario.
—Tú y tu… ¡maldita presencia! —gritó finalmente el moreno ahora si confundiendo aun mas al otro muchacho que lo miró extrañado tratando de entender a qué venían tantas maldiciones.
—¿Pues qué fue lo que te hice? —volvió a cuestionarle aun sin dejarlo escapar, necesitaba una buena explicación antes de caer presa del pánico.
—¡Esto! —exclamó Yinyue tomando la mano de Zaoyin dirigiéndola a su pecho. El rubio solo sintió el palpitar del corazón de su amigo, tal vez en un ritmo más rápido de lo que normalmente debería ser…
>>¡Me estás haciendo esto! Haces a mi corazón como a tu música —dijo con una expresión que casi parecía adolorida haciendo que Zaoyin se confundiera cada vez más.
—Sigo sin saber qué quieres decir, habla claro —le ordenó aun con su mano en el pecho del de ojos marrón que parecía desesperado y apretaba la mano del rubio.
—Ya te dije… haces a mi corazón como a tu música, lo aceleras y haces que lata tan rápido, a veces se detiene otras siento que podría perforarme el pecho nada más de estar contigo… así como tu música rara… ya no puedo controlarlo —se sinceró mirando al piso avergonzado y sin atreverse a alzar el rostro por lo apenado que estaba (además de que no podía creer que había dicho esa sarta de cursilerías).
Todo se quedó en un gélido silencio y Yinyue esperaba escuchar alguna palabra de rechazo, sin embargo a cambio solo recibió la calidez de la respiración de Zaoyin cerca de su rostro, los labios de este buscando los suyos, rozándolos apenas en un tímido toque como si estuviera pidiéndole permiso que le fue concedido tras un par de titubeos comenzando así con un profundo beso. Zaoyin con su mano aun en el pecho de Yinyue podía sentir como el órgano latía desbocado y si… era como su música, un latir acelerado y desesperado… pero si tan solo Yinyue supiera que él tenía el mismo efecto en el rubio solo que de una manera ligeramente distinta.
Cuando se dieron cuenta, el beso que había comenzado pausado y tierno ahora era una lucha de poder, entre lenguas que se enredaban, labios que se devoraban ansiosos de probar los otros, las manos apresuradas y algo torpes buscaban quitar las prendas como si estas las estuvieran quemando tratando de descubrir un poco la piel del otro. Yinyue soltaba ligeros suspiros sintiendo el caminito de besos que Zaoyin dejaba por su garganta y clavícula para llegar a su pecho y más abajo mientras sus manos le recorrían cada rincón como queriendo memorizar hasta el más mínimo detalle de su anatomia.
Al mismo tiempo el moreno dejaba que las yemas de sus dedos acariciaran la espalda ancha de su pareja, como si fueran las teclas de su amado piano, como si estuviera reproduciendo una sinfonía de gemidos y respiraciones aceleradas que se mezclaban con la melancólica melodía de la sonata de Beethoven que sonaba de fondo. Entonces Zaoyin pensó que Yinyue provocaba que su corazón latiera como una pieza de piano… justo como esa dedicada al claro de luna; lento, apaciguado pero apasionado, cada latir era como una nota dedicada a él, cada golpeteo contra su pecho producido por él.
Y ahora ahí estaban enredándose, juntando sus cuerpos, sus ritmos, sus melodías entre música y ruidos placenteros, gemidos indecorosos, murmullos secretos que decían “Te quiero” con el piano de testigo hasta que finalmente en el acto final, en el clímax de su propia obra llego el tan añorado orgasmo para los dos que fueron a caer justo en el piso mirando al techo esperando recuperarse, escuchando las ultimas notas que Beethoven les regalaba…
Otro silencio se formó, no uno incomodo pero si propicio para pensar y tal vez enlazar sus dedos, esas manos virtuosas que daban vida en instrumentos completamente diferentes entre ellos, justo como ese par de jóvenes tan diferentes el uno del otro.
—Dime Yinyue —dijo por fin Zaoyin volteando a ver al moreno que le regresó la mirada esperando a que hablara—. Entre la música y yo… ¿A quién elegirías? —preguntó finalmente con su mano aun enlazada con la del moreno.
—Obviamente a la música —contestó Yinyue sin pensársela dos veces viendo cómo se dibujaba una expresión adolorida en el rostro del rubio.
—¿En serio harías algo tan cruel? —preguntó con esa carita de cachorrito mojado que solía poner de vez en cuando
—Por supuesto, incluso si pudiera tendría un amorío con Rachmaninov —siguió diciendo como si estuviera hablando del clima. Casi divirtiéndose con la cara triste que se acentuaba en el rostro del muchacho—. Pero no te preocupes, todos mis posibles amantes están muertos —le especificó intentando tranquilizarlo haciendo que Zaoyin se abrazara a él como si fuera un niño pequeño asustado
—Entonces tendré que enamorarte aun más —dijo el rubio comenzando a besar sensualmente el cuello de Yinyue que sintió un escalofrío recorrerle la columna vertebral junto con otras sensaciones placenteras que se produjeron al momento en que Zaoyin dejó su mano colarse por sus piernas… y así otra melodía comenzaba, tal vez otra de la que sería parte de un largo concierto.
Notas de la Autora:
Antes que nada, los nombres Yinyue y Zaoyin son chinos, significan "música" y "ruido" respectivamente (o eso me dijo el traductor de Google) XD
¿Y bien? Espero les haya gustado y bueno decidan dejar algún comentario que estaré gustosa de recibir y que espero no lastimen mi autoestima ja ja ja. en fin, gracias por haber leído.
Hace apenas unos meses, Yinyue, un muchacho de cabello negro y liso, de ojos marrones había notado la presencia de cierto intruso en el Conservatorio de Artes. Yinyue procuraba no ponerle mucha atención así que se concentraba en el piano, las partituras y en no maldecir a Mozart por crear piezas tan complicadas, ya suficientes problemas tenía con el estigma que representaban sus manos pequeñas y dedos regordetes como para tener que pelearse con las obras de un genio muerto… definitivamente Dios era un desconsiderado al haberle dado esas manos y un irremediable amor por el piano.
En fin, Yinyue acababa de soltar otra palabrota “cariñosamente” dedicada al buen Mozart a la vez que tiraba la partitura lejos de su vista, fue entonces que una risita burlona captó su atención por lo tanto, enfadado volteó a la puerta encontrándose con ese tipo el desgraciado de ojos almendra, facciones como esculpidas por el mismo Miguel Ángel, cabello medianamente largo y de un escandaloso color rubio (falso rubio, por cierto)… ese era Zaoyin…
—¿Se te perdió algo? —preguntó Yinyue aun con ese semblante enfadado cruzándose de piernas y manos barriendo con la mirada al intruso que solo sonrió algo apenado.
—Ah, disculpa… es que me quedé escuchándote y me pareció algo gracioso ver cómo te enojas con el piano —respondió entrando sin permiso al salón haciendo que el moreno alzara una ceja mirándolo altivo.
–No me enojé con el piano, él no tiene la culpa de nada, me enojo con la partitura –corrigió Yinyue con algo de frialdad
–¿Pero por qué?- preguntó un poco intrigado el rubio sin entender el enojo de Yinyue.
—Porque seguramente Mozart era un megalómano narcisista que disfrutaba componiendo piezas difíciles solo para lucirse… el muy bastardo —agregó entre dientes insultando con toda frescura a uno de los grandes íconos de la música clásica provocando así que Zaoyin soltara una carcajada por los comentarios del otro muchacho.
—No creo que Mozart hubiera sido todo eso —debatió el rubio aun riendo—. Tal vez solo sus emociones eran muy complejas y por eso sus composiciones también lo son; después de todo un artista siempre plasma sus sentimientos en sus obras —agregó risueño.
—¿Y tú cómo sabes? ¿Eres poeta de medio tiempo o algo así? —le preguntó Yinyue sarcásticamente esperando ofender a Zaoyin que soltó otra risotada
—No, es solo que yo también soy músico —respondió señalándose a sí mismo con orgullo y Yinyue pareció algo intrigado.
—¿En serio? ¿Qué instrumento tocas? —cuestionó sin querer verse muy interesado notando como la sonrisa de Zaoyin se ensanchaba.
—La tornamesa —contestó el rubio llevándose las manos a la cadera queriendo parecer cool logrando que Yinyue solo alzara una ceja ligeramente incrédulo ante lo que sus oídos escuchaban.
—¿Perdón? —preguntó aun sin creerlo
—Toco la tornamesa, soy un Disc Jockey… ¿Te suena DJ? —le preguntó viendo que moreno seguía con la ceja alzada sin cambiar su expresión casi aburrida.
—¿Te refieres a esos que solo saben hacer ruido rayando discos y produciendo sonidos raros? —le dijo de manera despectiva al muchacho que frunció ligeramente el seño.
—No hacemos ruido y tampoco rayamos discos, a eso se le llama scratch por cierto —le corrigió ofendido
—Oh disculpa mi ignorancia pero aun así no puedo tomar en serio tu opinión, mucho menos puedo llamarte músico así que si me permites tengo que seguir practicando —se excusó corriéndolo de manera educada levantándose del banquillo para ir por las partituras que seguían regadas en el piso aunque no contaba con el hecho de que Zaoyin lo tomara de la muñeca impidiéndole tomar su cuadernillo.
—Te mostraré que soy un músico de verdad —le dijo en tono serio
—No gracias —le respondió Yinyue queriéndose zafar de su agarre
—No te lo estoy preguntando —Y sin ninguna delicadeza arrastró al moreno fuera del salón.
—¡O… oye, suéltame! No puedo ir con un completo desconocido a quien sabe dónde —decía intentando salvarse de su extraño secuestro haciendo que Zaoyin se detuviera de pronto con un gesto pensativo en el rostro.
—Tienes razón… Bueno, me llamo Zaoyin, soy DJ y vamos al lugar donde trabajo, a unas cuantas cuadras de aquí. ¿Quién eres tú? —le preguntó al otro que algo confundido y entre balbuceos contestó:
—Yinyue —dijo sin mucha confianza, mucho menos cuando tenía a un completo desconocido con intenciones de llevárselo a sabrá Dios donde.
—Mucho gusto Yinyue. Ya está, ya nos conocemos, podemos seguir con nuestro camino —Y sin ningún recato, literalmente arrastró al moreno entre quejas, insultos, maldiciones, pataleos y hasta gritos.
Yinyue todavía intentó luchar contra su secuestrador un rato más, incluso en la calle más de un transeúnte cotizó la idea de llamar a la policía por los gritos que el moreno estaba pegando mientras que Zaoyin ni siquiera se inmutaba y seguía tan sonriente como si fuera a un pic-nic o algo parecido. El sol ya estaba ocultándose haciendo que Yinyue se diera cuenta de que se había quedado hasta tarde en el Conservatorio, y tal vez seguiría ahí si no fuera porque ese tipo loco lo estaba llevando seguramente a algún tugurio de mala muerte tan solo para provocarle una migraña con todo ese ruido al que le gustaba llamar música.
Tras caminar (y ser arrastrado) unos minutos más llegaron a las puertas de un centro nocturno que decoraba su entrada con enormes letras neón que rezaban DM5. En la entrada un pequeño grupo de jóvenes buscaban entrar, todos vestidos de acuerdo a la ocasión, las chicas en sus diminutos vestidos ajustados y tacones de aguja escoltados por sus parejas que también parecían modelos sacados de alguna pasarela de Paris; Zaoyin se hizo paso entre las personas, haciéndole un gesto de saludo al cadenero con la cabeza para que lo dejara entrar, el hombre de traje y lentes oscuros le cedió el paso y Yinyue tuvo que entrecerrar un poco sus ojos cuando entró al antro ese y las luces de colores le dieron directo en la cara; tras acostumbrar un poco su vista pudo ver el lugar lleno de mesas, sillones, la zona VIP y una enrome pista de baile iluminada con aquellas luces endemoniadas de colores.
—Mira, ese es mi lugar de trabajo —le dijo Zaoyin señalando en lo alto de la pista de baile una plataforma en donde estaba la famosa tornamesa—. Y ese es mi instrumento —concluyó sintiendo como su pecho se hinchaba de orgullo al ver a su “pequeña”.
—Muy bien, ya la vi ¿Puedo irme? —preguntó el moreno sin parecer muy impresionado viendo como poco a poco la gente iba llegando.
—¡Claro que no! Tienes que escucharme tocar —le regañó el rubio haciendo un mohín con su boca a modo de berrinche, obviamente sin lograr enternecer en lo absoluto a Yinyue
—¿Y después puedo irme? —insistió el moreno perdiendo la poca paciencia que tenía.
—Claro, pero ya verás que querrás quedarte, es mas haré que termines babeando —le advirtió con tono juguetón viendo como el otro solo rodaba los ojos como si estuviera tratando con algún chiquillo.
Sin embargo tuvieron que esperar un poco para que el lugar se llenara y hubiera el ambiente propicio, tiempo que sirvió para que Yinyue soportara la verborrea de Zaoyin acerca de cada uno de los DJ´s que conocía, cada estilo de música electro y todo ese tipo de cosas que sinceramente a Yinyue no le importaban un comino… pero no se atrevía a callar al rubio que se veía tan feliz, contándole todo aquello como si fueran amigos de toda la vida cuando en realidad recién acababan de conocerse.
Finalmente llegó el momento de la demostración, Zaoyin dejó a Yinyue haciéndole jurar que no se iría hasta terminar así que Yinyue casi tuvo que firmarle un contrato de sangre para que le creyera por lo tanto el rubio se alejó entre el tumulto de gente y subió a la plataforma en donde estaba la tornamesa, se puso un par de enormes audífonos, el moreno pudo ver como el chico tomaba aire y paseaba la mirada por la gente que esperaba la música… entonces comenzó:
El ritmo de la música era un poco lento, la gente apenas si se meneaba de un lado a otro mientras que Zaoyin apretaba alguna que otra cosa en la tornamesa, demasiado concentrado incluso para sonreír, poco a poco el ritmo fue avanzando, cosa que no sorprendía a Yinyue hasta que todo se detuvo, la gente se detuvo también… y de pronto, una explosión de sonidos y justo en ese instante la gente saltó, el moreno ahora si parecía un poco descolocado al ver como todos pasaban de relativamente tranquilos a saltar y moverse sin control, volteó a ver a Zaoyin que se movía junto con su música, con una mano en los audífonos y la otra en la tornamesa, en un momento dado alzó los brazos como si quisiera arrojarse a su público que gritaban y seguían su ritmo, envueltos en una mezcla de melodías electrónicas, restregando sus cuerpos junto con el embriagante sonido que los hacía moverse como locos, casi como títeres del DJ que al mezclar las melodías les decía en código la manera en cómo debían bailar, drogándolos con música, poniéndolos en un trance eléctrico…
Y Yinyue vio a Zaoyin sintiendo la extraña necesidad de ir a esa plataforma y tal vez acompañarlo para tocar la tornamesa que producía un sinfín de sonidos varios y bizarros, no agudos y graves como su piano que aunque sonaban hermosos no se comparaban con la energía que inyectaban las bocinas de la tornamesa… ese que parecía hipnotizar a las masas llenándolas de adrenalina, él quería hacer eso…
Fue así como iniciaron su extraña amistad, Yinyue iba casi todas las noches para escucharlo tocar y ver como se convertía en un semi-dios al ponerse frente a su “instrumento” mientras que Zaoyin disfrutaba molestarlo por las tardes quedándose en el salón para escucharlo tocar el piano: a veces Chopin, otras veces Tchaikovski y de vez en cuando a Bach, amaba ver al moreno pasear sus manos “inútiles” según Yinyue, por las teclas de marfil, acariciándolas como si fueran el cuerpo de una mujer, de una Venus hecha de marfil y cuerdas; le encantaba ver como el pelinegro gesticulaba y se emocionaba, la rabia en sus ojos al azotar sus manos contra el piano, la ternura en su inconsciente sonrisa al interpretar una lenta melodía y la manera como fruncía su ceño y arrugaba su nariz cuando se enfrentaba a su némesis, Mozart.
Mientras que Yinyue odiaba eso, odiaba sentir la mirada almendrada de Zaoyin clavada en él, odiaba el temblor que le provocaba, las ansias que le devoraban en el estomago cuando oía su sola voz decir su nombre, odiaba como su piel se erizaba cuando accidentalmente se tocaban, odiaba la manera en como comenzaba a quererlo ¡Los dos eran hombres, por Dios, eso no era normal! Pero ¿Qué podía hacer si había comenzado a adorar cada cosa de él? Su música extravagante, tan extravagante como el mismo rubio, su comportamiento infantil y su rostro concentrado cuando traía esos audífonos en sus orejas sumergiéndose en la música.
—Yinyue ¿Qué te pasa, últimamente estás muy raro? —le preguntó un día Saoyin mientras estaban en casa del moreno, que también tenía un piano en la sala y escuchaban un CD que reproducía Sonata de Claro de Luna de Beethoven.
—Na… nada —contestó en un vano intento de sonar normal ganándose una mirada de sospecha por parte del rubio que se le acercó
—Si tienes algo, dime qué es —le insistió acercándosele a cada palabra haciendo que el pobre moreno sintiera cómo toda la sangre se le iba a la cabeza y se concentraba en sus mejillas
—Ya te dije que nada —dijo de manera cortante Yinyue tratando de separarse pero el rubio no se lo permitió así que acorraló a su amigo entre el piano y su cuerpo, lo que nos trae de nuevo a la escena del inicio.
Yinyue maldijo mentalmente a Zaoyin, lo maldijo por ser tan guapo, por tener esa mirada penetrante, por ese aroma que lo mareaba y esa voz profunda que hacía eco en su cabeza todo el día… oh lo maldecía por todo eso y más.
—Dime —volvió a ordenarle el DJ viendo cómo el otro solo fruncía el ceño—. No te voy a dejar ir y lo sabes —agregó como una advertencia.
—Déjame en paz, ya te dije que no tengo nada —volvió a decir desviando la vista queriendo escabullirse sin lograrlo, mucho menos cuando el rubio lo tomó por la barbilla obligándole a mirarlo, desarmándolo por completo, haciendo incluso que sus rodillas temblaran ante el solo contacto de sus dedos con su barbilla
—Dios… todo esto es tu culpa —murmuró Yinyue viendo con recelo a Zaoyin que no se esperaba esas palabras de él
—No entiendo —dijo el de ojos claros de verdad sin entender a que venía ese comentario.
—Tú y tu… ¡maldita presencia! —gritó finalmente el moreno ahora si confundiendo aun mas al otro muchacho que lo miró extrañado tratando de entender a qué venían tantas maldiciones.
—¿Pues qué fue lo que te hice? —volvió a cuestionarle aun sin dejarlo escapar, necesitaba una buena explicación antes de caer presa del pánico.
—¡Esto! —exclamó Yinyue tomando la mano de Zaoyin dirigiéndola a su pecho. El rubio solo sintió el palpitar del corazón de su amigo, tal vez en un ritmo más rápido de lo que normalmente debería ser…
>>¡Me estás haciendo esto! Haces a mi corazón como a tu música —dijo con una expresión que casi parecía adolorida haciendo que Zaoyin se confundiera cada vez más.
—Sigo sin saber qué quieres decir, habla claro —le ordenó aun con su mano en el pecho del de ojos marrón que parecía desesperado y apretaba la mano del rubio.
—Ya te dije… haces a mi corazón como a tu música, lo aceleras y haces que lata tan rápido, a veces se detiene otras siento que podría perforarme el pecho nada más de estar contigo… así como tu música rara… ya no puedo controlarlo —se sinceró mirando al piso avergonzado y sin atreverse a alzar el rostro por lo apenado que estaba (además de que no podía creer que había dicho esa sarta de cursilerías).
Todo se quedó en un gélido silencio y Yinyue esperaba escuchar alguna palabra de rechazo, sin embargo a cambio solo recibió la calidez de la respiración de Zaoyin cerca de su rostro, los labios de este buscando los suyos, rozándolos apenas en un tímido toque como si estuviera pidiéndole permiso que le fue concedido tras un par de titubeos comenzando así con un profundo beso. Zaoyin con su mano aun en el pecho de Yinyue podía sentir como el órgano latía desbocado y si… era como su música, un latir acelerado y desesperado… pero si tan solo Yinyue supiera que él tenía el mismo efecto en el rubio solo que de una manera ligeramente distinta.
Cuando se dieron cuenta, el beso que había comenzado pausado y tierno ahora era una lucha de poder, entre lenguas que se enredaban, labios que se devoraban ansiosos de probar los otros, las manos apresuradas y algo torpes buscaban quitar las prendas como si estas las estuvieran quemando tratando de descubrir un poco la piel del otro. Yinyue soltaba ligeros suspiros sintiendo el caminito de besos que Zaoyin dejaba por su garganta y clavícula para llegar a su pecho y más abajo mientras sus manos le recorrían cada rincón como queriendo memorizar hasta el más mínimo detalle de su anatomia.
Al mismo tiempo el moreno dejaba que las yemas de sus dedos acariciaran la espalda ancha de su pareja, como si fueran las teclas de su amado piano, como si estuviera reproduciendo una sinfonía de gemidos y respiraciones aceleradas que se mezclaban con la melancólica melodía de la sonata de Beethoven que sonaba de fondo. Entonces Zaoyin pensó que Yinyue provocaba que su corazón latiera como una pieza de piano… justo como esa dedicada al claro de luna; lento, apaciguado pero apasionado, cada latir era como una nota dedicada a él, cada golpeteo contra su pecho producido por él.
Y ahora ahí estaban enredándose, juntando sus cuerpos, sus ritmos, sus melodías entre música y ruidos placenteros, gemidos indecorosos, murmullos secretos que decían “Te quiero” con el piano de testigo hasta que finalmente en el acto final, en el clímax de su propia obra llego el tan añorado orgasmo para los dos que fueron a caer justo en el piso mirando al techo esperando recuperarse, escuchando las ultimas notas que Beethoven les regalaba…
Otro silencio se formó, no uno incomodo pero si propicio para pensar y tal vez enlazar sus dedos, esas manos virtuosas que daban vida en instrumentos completamente diferentes entre ellos, justo como ese par de jóvenes tan diferentes el uno del otro.
—Dime Yinyue —dijo por fin Zaoyin volteando a ver al moreno que le regresó la mirada esperando a que hablara—. Entre la música y yo… ¿A quién elegirías? —preguntó finalmente con su mano aun enlazada con la del moreno.
—Obviamente a la música —contestó Yinyue sin pensársela dos veces viendo cómo se dibujaba una expresión adolorida en el rostro del rubio.
—¿En serio harías algo tan cruel? —preguntó con esa carita de cachorrito mojado que solía poner de vez en cuando
—Por supuesto, incluso si pudiera tendría un amorío con Rachmaninov —siguió diciendo como si estuviera hablando del clima. Casi divirtiéndose con la cara triste que se acentuaba en el rostro del muchacho—. Pero no te preocupes, todos mis posibles amantes están muertos —le especificó intentando tranquilizarlo haciendo que Zaoyin se abrazara a él como si fuera un niño pequeño asustado
—Entonces tendré que enamorarte aun más —dijo el rubio comenzando a besar sensualmente el cuello de Yinyue que sintió un escalofrío recorrerle la columna vertebral junto con otras sensaciones placenteras que se produjeron al momento en que Zaoyin dejó su mano colarse por sus piernas… y así otra melodía comenzaba, tal vez otra de la que sería parte de un largo concierto.
Notas de la Autora:
Antes que nada, los nombres Yinyue y Zaoyin son chinos, significan "música" y "ruido" respectivamente (o eso me dijo el traductor de Google) XD
¿Y bien? Espero les haya gustado y bueno decidan dejar algún comentario que estaré gustosa de recibir y que espero no lastimen mi autoestima ja ja ja. en fin, gracias por haber leído.
Lenore4love- Infante
- Mensajes : 2
Fecha de inscripción : 21/06/2012
Localización : Wonderland
ahhh muy bueno muy bueno!!
[i] yo tambien quisiera tener un amorio con rachmaninov
me gusto mucho tu historia eso de ser atrapado entre el piano
me gusto mucho tu historia eso de ser atrapado entre el piano
yuukira- Infante
- Mensajes : 4
Fecha de inscripción : 18/07/2012
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