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Capítulo 3 El Dios de la Luna Negra
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Capítulo 3 El Dios de la Luna Negra
Bueno aquí os traigo el tercer capítulo de la saga que estoy escribiendo, después de la decepción que me lleve con el anterior capitulo traté de darlo todo en este y bueno, este resultado no me ha desagradado del todo asi que aqui se lo dejo lean, comenten y sobretodo disfruten ^^
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El día había llegado, lo recordaba como todos los días de la prueba a los que había asistido, con el sol vigilando el lugar, sin ninguna nube que ocultara a sus futuros hijos de su atenta mirada. Atravesaban las calles de la majestuosa ciudad de Victaerus, entre sus impresionantes edificios, por la calle la gente corría al lado de la procesión y desde los balcones arrojaban pétalos de rosa cubriendo el suelo de una alfombra roja. Alanna elevó la vista hacia una de las muchas familias que vitoreaban el paso de los caballos, el espectáculo era el mismo todos los años pero seguía causando la misma emoción desde la primera vez, ver el trayecto que se realizaba desde el palacio hasta los Salones de la Luz en el cual desfilaban todos los Hijos del Sol y los aspirantes era un maravilloso e impresionante espectáculo. Ella cabalgaba a la cabeza de la columna aunque no era todavía una Hija del Sol, a su lado su inseparable hermano mellizo, aquel que había sido un chico llorón y debilucho se había convertido en un joven alto y atractivo, se había vuelto serio y callado. Kenner no se encontraba junto a ellos, no había podido regresar desde el frente para poder ver a sus hermanos, Alanna lo comprendía, la situación entre Victaerus y Dwrif era cada vez más tensa y debían mantenerse alerta. La chica de cabellos azabaches dirigió entonces su mirada al hombre que capitaneaba toda la columna, montado en aquel enorme semental de color blanco se encontraba su padre, las maravillas que se podían lograr controlando el anima se podían ver en el, a sus casi 60 años apenas aparentaba la mitad y solo en su cabello gris era una señal de su edad avanzada, por lo demás solo aparentaba un hombre atractivo y fuerte sin nada que lo hiciera parecer viejo.
Tragó saliva, hasta aquel momento no se había dado cuenta de lo nerviosa que estaba y no era menos, la prueba no era ninguna broma, muchos participantes morían durante la prueba y muchos otros heridos, trato de controlar la mano temblorosa con la que cogía las hierbas y levantó la mirada y se dio cuenta de que su padre la estaba mirando, ella trató de mostrar la compostura que sus dos hermanos siempre mostraban, su padre simplemente sonrió mientras detenía a su caballo para colocarse entre sus dos hijos.
-¿Estas nerviosa, Alanna?
Alanna desvió la mirada de su padre mientras se sonrojaba ligeramente, odiaba que la gente la viera como alguien débil o asustadiza y siempre trataba de mostrarse como una persona fuerte y que no le tenía miedo a nada, desde pequeña, había estado inmersa en miles de travesuras infantiles y peleas, muchas veces como la causante de ellas. Su padre la conocía demasiado bien y solo le hacía falta una mirada para saber cuales eran.
-Solo un poco… se me pasará enseguida, no te preocupes papa.
La risa ahogada de su padre molestó a Alanna en sobremanera pero mantuvo la compostura para que las miles de miradas no se dirigieran a ella y la vieran haciendo un numerito. El rey cogió la mano de su hija y la apretó en un gesto fraternal mientras la miraba con cariño, él siempre sabía como hacerla enfadar y como calmarla.
-Hoy la gente te verá brillar… tu ya eres una Hija del Sol, pequeña.
Alanna sonrió a su padre y el hombre liberó su mano tras un rato y se alejó de sus hijos para encabezar de nuevo la marcha. Aldair miró a su hermana tras seguir el paso de su padre pero Alanna rehuyó sus ojos, aquello era lo único malo que veía en su padre, ignoraba casi por completo a su hermano mellizo y muchas veces los hermanos se habían enfrentado por ello << Te trata así porque le recuerdas a mama, cualquier día intentará meterse en tu cama >> Su hermano le había dicho eso en una ocasión y ella lo había golpeado, no quería escuchar aquello ni pensarlo, era cierto que ella se parecía mucho a su madre y que su padre la atendía mucho más que a Aldair pero su padre jamás haría algo como eso… jamás. Su hermano adelantó a su caballo y ella hizo lo mismo mientras avanzaba cabizbaja, Aldair se comportaba en ocasiones de una forma muy cercana y otras muy distante… desde hacía unas semanas apenas le dirigía la palabra y aquello le preocupaba, el y ella siempre habían estado muy unidos.
La gente desapareció en el momento en el que la procesión pasó por debajo de las murallas, a partir de allí nadie acompañaba al grupo, la gente se había subido a las grandes murallas de Victaerus para despedir con grandes gritos a todos aquellos hombres y mujeres que iban a arriesgar la vida para formar parte de aquellos protectores del reino y algunos de ellos detuvieron sus caballos para dedicar unos momentos a despedirse de su familia, los más inseguros, los que creían que no volverían con vida. El camino comenzó a ascender lentamente mientras se acercaban a aquellas montañas que se encontraban cerca de la ciudad. El trayecto duró una hora más, Alanna se removía molesta en su caballo mientras el frío aumentaba, en aquellas montañas parecía que siempre fuera invierno, se abrazó los brazos frotándolos para intentar quitarse el calor, la ropa que había escogido no era lo suficientemente abrigada, pero todo aquello había valido la pena para ver aquel lugar. Situados en la zona más alta del lugar, Los Salones de la Luz se alzaban imponentes con muros de gran altura y grosor de un impoluto blanco que se asemejaba al níveo color de las montañas que lo rodeaban y protegían como una muralla natural. Alanna recordaba perfectamente el interior de aquellas salas cuando había acompañado a su padre a aquellos eventos. Dotadas de grandes ventanas y rosetas de motivos y colores especiales, el interior estaba altamente iluminado ya sea de día o de noche y los colores forman parte de las salas por las cuales estaban formados, llegando a tomar los tonos fríos del invierno y los más cálidos en los veranos y primaveras. Detuvieron los caballos una vez entraron en el recinto, las figuras de los monjes vestidos con los hábitos blancos y dorados salieron de los edificios, ellos eran los encargados de cuidar los Salones de la Luz. Alanna descendió de su caballo al igual que todas las personas de lugar y los monjes se encargaron de ellos al instante, uno por uno se los fueron llevando hasta que los aspirantes y los Hijos se quedaron solos. Un hombre anciano y de potente voz se adelantó al grupo hasta ponerse junto al rey.
-Aspirantes… vuestra hora ha llegado, en este día demostraréis si sois dignos de portar el emblema del sol en vuestros cuerpos, si habéis sido tocados por los divinos rayos del astro rey. En aquel edificio de allí, os darán todo lo que necesitáis para la prueba. Se os ira llamando de dos en dos, cuando digan vuestro nombre subiréis por aquellas escaleras hasta el lugar de la prueba. Mucha suerte a todos.
Alanna siguió con la vista a su padre y al resto de Hijos del Sol que ascendían por las largas escaleras… también aquel día era uno de los muchos en los que a su padre podían retarlo para optar al trono… no le había visto luchar fuera de los entrenamientos que hacía con ella y ya tenia muchos años ¿podría enfrentarse a un rival más joven que él? Borró aquel tipo de pensamientos de su cabeza, ahora solo debía pensar en su prueba. Con pasos lentos se alejó de los pies de la escalera para colocarse en la fila de personas que se preparaban para equiparse, un rápido vistazo fue suficiente para contar cuantos eran, al menos unas sesenta personas se presentaban a aquellas pruebas y solo una de ellas se batiría contra ella ¿Quién?
Se dejó caer sobre la nieve mientras apoyaba la espalda contra uno de los muros de un edificio, alejada y escondida del resto de participantes, necesitaba estar a solas un rato para prepararse para aquel combate tanto física como mentalmente. Se había vestido con un traje cómodo que le permitía la movilidad y sin apenas protecciones excepto unos brazales y unas espinilleras, el arma que había escogido era un estoque, cualquier cosa que fuera ligera le venía bien, la mayoría de participantes eran hombres y por lo tanto con más fuerza que ella, necesitaba ir rápida y chocar con ellos en un enfrentamiento directo no era una opción. Alanna extrajo una cinta del pantalón para poder atarse el cabello, si lo tenía suelto sería un estorbo, mejor llevarlo cogido en una coleta o tal vez en un moño.
-Permitidme que os ayude princesa.
Alanna giró la cabeza para ver a aquella persona que había decidido ir con ellas, había reconocido su voz aunque solo la había oído en una ocasión, le sorprendió verlo allí ya que ni el era un aspirante ni tampoco un Hijo del Sol y mucho menos un monje. Alanna se levantó del suelo sin perder de vista en ningún segundo al joven peliplata que la había visitado en sus aposentos hace una semana.
-¿Siempre vienes a molestarme en los momentos más oportunos?-Preguntó con sarcasmo la chica.
-Solo es la segunda vez que os visito, princesa
-Como sea… ¿A que has venido? Ahora no tengo tiempo para escuchar tus tonterías.
-Solo he venido a ver a una de las Hijas del Sol, eso es todo-Se quejó el joven sin perder aquella sonrisa maliciosa.
-Todavía no he hecho la prueba.
-¿Acaso hace falta? Al contrario que vuestro querido hermano Aldair, vos tenéis el sol brillando en vuestro interior.
El nombre de su hermano consiguió que un escalofrío le recorriera todo el cuerpo ¿Qué sabía el de Aldair? Eran mellizos, tenían más en común que muchos otros hermanos ¿Por qué decía que Aldair no tenía el sol en su anterior?
-¿Estás insinuando que mi hermano no llegará a ser un Hijo del Sol? Eso es imposible… el… el es incluso mejor que yo combatiendo, no puede perder.
El desconocido comenzó a reír, ya cansado de aguantar la risa que le subía por la garganta desde que conocía aquella chica tan inocente, realmente le resultaba divertido molestarla y confundirla, era algo de lo que jamás se cansaría.
-La prueba no consiste en quien es más fuerte ni quién tiene más habilidad, tampoco en quién le quita la vida al contrario… la prueba existe para que el anima despierte al colocaros en una situación cercana a la muerte, el combate acaba una vez el anima esta activo y eso ya no tiene nada que ver con la habilidad sino con el destino que le ha sido adjudicado, unos tienen suerte y brillan con fuerza… y otros como tu hermano en los que su luz se apagó desde que nació.
Un fuego interno fue creciendo en el interior de la chica mientras el desconocido hablaba, cada vez lo odiaba más, ya no le importaba que se burlara de ella pero no permitiría que dijera aquello de su hermano, el brillaba con más fuerza que el mismo sol.
-¡No te permitiré que hables así de…!
-Eres la siguiente-Le interrumpió
-¿Qué?
-Jewer Allyster y Alanna Vasary
La voz del monje logró que Alanna se girara hacia el lugar de donde provenía el sonido y el desconocido aprovechó para volver por donde había venido, andando tranquilamente sin importarle que hace un rato la chica había estado a punto de amenazarlo.
-Suerte con la prueba, princesa, aunque no te hará falta.
Cuando Alanna volvió a girarse el peliplata había desaparecido, se quedó unos segundos observando las huellas que había dejado en la nieve, quería seguirle y obligarle a que le respondiera muchas preguntas pero ahora debía acudir a la prueba, de todos modos estaba segura de que volvería a ver aquel chico. Se ató rápidamente el cabello en una coleta y corrió hacia el lugar desde donde había llegado la voz.
Alanna llegó al final de las escaleras junto a su adversario, era un chico bajo y rechoncho de pelo negro y cortó, vestía con ropa simple y llevaba algunas piezas metálicas de una armadura por algunas zonas del cuerpo sin llegar a tener una armadura completa, portaba un escudo en su brazo izquierdo y una espada envainada. La chica sonrió para sus adentros, un chico como ese no podría seguir su velocidad, había tenido mucha suerte con el adversario que le había tocado, aunque se sentía mal por el chico, trataría de no ser demasiado duro con el, con aquellos pensamientos penetraron a través de las grandes puertas abiertas del edificio que había al final del camino. El lugar donde se llevaba a cabo la prueba era llamado el Salón del Amanecer, situado en la zona superior de todo el complejo de edificios, era el lugar donde nacían los Hijos del Sol. Más centrado para ceremonias que para un sangriento espectáculo, el lugar disponía en sus paredes circulares los nombres de todos aquellos que habían sido escogidos como Hijos del Sol. Iluminado tan bien como el resto de los edificios, la claridad nunca se veía eliminada de la estancia por muy de noche que fuera. El suelo se podía diferenciar un dibujo creado piedra a piedra de un sol, el emblema del grupo, que era separado por pequeños surcos por los cuales corría la sangre de todos aquellos que luchaban allí. En bancos de piedra pegados a las paredes y elevados varios metros del suelo estaban sentados todos los Hijos del Sol con la mirada fija en los combatientes. Alanna se fijó en que los que habían pasado ya la prueba estaban sentados junto a sus nuevos hermanos, algunos con algunas heridas superficiales sin sanar, ya no parecín aquellos muchachos asustados que ella había visto mientras se equipaban, los derrotados salían por una puerta más pequeña al otro lado de la sala. Alanna y su rival caminaron hacia el centro de la sala y conforme más se acercaban se hacía más evidente que allí se había derramado la sangre, los surcos del sol estaban inundados por el líquido carmesí y una gran mancha contra los muros le hizo pensar que ya alguien había perdido la vida, en el centro del escenario les esperaba un hombre encapuchado, su túnica blanca y dorada estaba manchada de sangre.
-El combate termina en cuando uno de los rivales despierte su ánima… el combate termina cuando los jueces deseen que termine… el combate termina cuando uno muere-Anunció el hombre con tétrica voz-Saludad a vuestros futuros hermanos y al que os ayudará a ascender.
Alanna se giró hacia le público mientras desenvainaba la espada y se la colocaba frente al rostro, inclinó la cabeza hasta que su frente toco el frío metal de la espada, su oponente hizo lo mismo y luego se giraron y repitieron el mismo procedimiento el uno con el otro. Cuando terminaron ambos se pusieron en guardia, preparados para lanzarse al combate, el hombre encapuchado dio varios pasos hacia atrás alejándose de la zona de combate.
-Que vuestras espadas brillen bajo la mirada del sol-Dijo, ya era la décima ocasión en la que decía aquella frase.
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El día había llegado, lo recordaba como todos los días de la prueba a los que había asistido, con el sol vigilando el lugar, sin ninguna nube que ocultara a sus futuros hijos de su atenta mirada. Atravesaban las calles de la majestuosa ciudad de Victaerus, entre sus impresionantes edificios, por la calle la gente corría al lado de la procesión y desde los balcones arrojaban pétalos de rosa cubriendo el suelo de una alfombra roja. Alanna elevó la vista hacia una de las muchas familias que vitoreaban el paso de los caballos, el espectáculo era el mismo todos los años pero seguía causando la misma emoción desde la primera vez, ver el trayecto que se realizaba desde el palacio hasta los Salones de la Luz en el cual desfilaban todos los Hijos del Sol y los aspirantes era un maravilloso e impresionante espectáculo. Ella cabalgaba a la cabeza de la columna aunque no era todavía una Hija del Sol, a su lado su inseparable hermano mellizo, aquel que había sido un chico llorón y debilucho se había convertido en un joven alto y atractivo, se había vuelto serio y callado. Kenner no se encontraba junto a ellos, no había podido regresar desde el frente para poder ver a sus hermanos, Alanna lo comprendía, la situación entre Victaerus y Dwrif era cada vez más tensa y debían mantenerse alerta. La chica de cabellos azabaches dirigió entonces su mirada al hombre que capitaneaba toda la columna, montado en aquel enorme semental de color blanco se encontraba su padre, las maravillas que se podían lograr controlando el anima se podían ver en el, a sus casi 60 años apenas aparentaba la mitad y solo en su cabello gris era una señal de su edad avanzada, por lo demás solo aparentaba un hombre atractivo y fuerte sin nada que lo hiciera parecer viejo.
Tragó saliva, hasta aquel momento no se había dado cuenta de lo nerviosa que estaba y no era menos, la prueba no era ninguna broma, muchos participantes morían durante la prueba y muchos otros heridos, trato de controlar la mano temblorosa con la que cogía las hierbas y levantó la mirada y se dio cuenta de que su padre la estaba mirando, ella trató de mostrar la compostura que sus dos hermanos siempre mostraban, su padre simplemente sonrió mientras detenía a su caballo para colocarse entre sus dos hijos.
-¿Estas nerviosa, Alanna?
Alanna desvió la mirada de su padre mientras se sonrojaba ligeramente, odiaba que la gente la viera como alguien débil o asustadiza y siempre trataba de mostrarse como una persona fuerte y que no le tenía miedo a nada, desde pequeña, había estado inmersa en miles de travesuras infantiles y peleas, muchas veces como la causante de ellas. Su padre la conocía demasiado bien y solo le hacía falta una mirada para saber cuales eran.
-Solo un poco… se me pasará enseguida, no te preocupes papa.
La risa ahogada de su padre molestó a Alanna en sobremanera pero mantuvo la compostura para que las miles de miradas no se dirigieran a ella y la vieran haciendo un numerito. El rey cogió la mano de su hija y la apretó en un gesto fraternal mientras la miraba con cariño, él siempre sabía como hacerla enfadar y como calmarla.
-Hoy la gente te verá brillar… tu ya eres una Hija del Sol, pequeña.
Alanna sonrió a su padre y el hombre liberó su mano tras un rato y se alejó de sus hijos para encabezar de nuevo la marcha. Aldair miró a su hermana tras seguir el paso de su padre pero Alanna rehuyó sus ojos, aquello era lo único malo que veía en su padre, ignoraba casi por completo a su hermano mellizo y muchas veces los hermanos se habían enfrentado por ello << Te trata así porque le recuerdas a mama, cualquier día intentará meterse en tu cama >> Su hermano le había dicho eso en una ocasión y ella lo había golpeado, no quería escuchar aquello ni pensarlo, era cierto que ella se parecía mucho a su madre y que su padre la atendía mucho más que a Aldair pero su padre jamás haría algo como eso… jamás. Su hermano adelantó a su caballo y ella hizo lo mismo mientras avanzaba cabizbaja, Aldair se comportaba en ocasiones de una forma muy cercana y otras muy distante… desde hacía unas semanas apenas le dirigía la palabra y aquello le preocupaba, el y ella siempre habían estado muy unidos.
La gente desapareció en el momento en el que la procesión pasó por debajo de las murallas, a partir de allí nadie acompañaba al grupo, la gente se había subido a las grandes murallas de Victaerus para despedir con grandes gritos a todos aquellos hombres y mujeres que iban a arriesgar la vida para formar parte de aquellos protectores del reino y algunos de ellos detuvieron sus caballos para dedicar unos momentos a despedirse de su familia, los más inseguros, los que creían que no volverían con vida. El camino comenzó a ascender lentamente mientras se acercaban a aquellas montañas que se encontraban cerca de la ciudad. El trayecto duró una hora más, Alanna se removía molesta en su caballo mientras el frío aumentaba, en aquellas montañas parecía que siempre fuera invierno, se abrazó los brazos frotándolos para intentar quitarse el calor, la ropa que había escogido no era lo suficientemente abrigada, pero todo aquello había valido la pena para ver aquel lugar. Situados en la zona más alta del lugar, Los Salones de la Luz se alzaban imponentes con muros de gran altura y grosor de un impoluto blanco que se asemejaba al níveo color de las montañas que lo rodeaban y protegían como una muralla natural. Alanna recordaba perfectamente el interior de aquellas salas cuando había acompañado a su padre a aquellos eventos. Dotadas de grandes ventanas y rosetas de motivos y colores especiales, el interior estaba altamente iluminado ya sea de día o de noche y los colores forman parte de las salas por las cuales estaban formados, llegando a tomar los tonos fríos del invierno y los más cálidos en los veranos y primaveras. Detuvieron los caballos una vez entraron en el recinto, las figuras de los monjes vestidos con los hábitos blancos y dorados salieron de los edificios, ellos eran los encargados de cuidar los Salones de la Luz. Alanna descendió de su caballo al igual que todas las personas de lugar y los monjes se encargaron de ellos al instante, uno por uno se los fueron llevando hasta que los aspirantes y los Hijos se quedaron solos. Un hombre anciano y de potente voz se adelantó al grupo hasta ponerse junto al rey.
-Aspirantes… vuestra hora ha llegado, en este día demostraréis si sois dignos de portar el emblema del sol en vuestros cuerpos, si habéis sido tocados por los divinos rayos del astro rey. En aquel edificio de allí, os darán todo lo que necesitáis para la prueba. Se os ira llamando de dos en dos, cuando digan vuestro nombre subiréis por aquellas escaleras hasta el lugar de la prueba. Mucha suerte a todos.
Alanna siguió con la vista a su padre y al resto de Hijos del Sol que ascendían por las largas escaleras… también aquel día era uno de los muchos en los que a su padre podían retarlo para optar al trono… no le había visto luchar fuera de los entrenamientos que hacía con ella y ya tenia muchos años ¿podría enfrentarse a un rival más joven que él? Borró aquel tipo de pensamientos de su cabeza, ahora solo debía pensar en su prueba. Con pasos lentos se alejó de los pies de la escalera para colocarse en la fila de personas que se preparaban para equiparse, un rápido vistazo fue suficiente para contar cuantos eran, al menos unas sesenta personas se presentaban a aquellas pruebas y solo una de ellas se batiría contra ella ¿Quién?
Se dejó caer sobre la nieve mientras apoyaba la espalda contra uno de los muros de un edificio, alejada y escondida del resto de participantes, necesitaba estar a solas un rato para prepararse para aquel combate tanto física como mentalmente. Se había vestido con un traje cómodo que le permitía la movilidad y sin apenas protecciones excepto unos brazales y unas espinilleras, el arma que había escogido era un estoque, cualquier cosa que fuera ligera le venía bien, la mayoría de participantes eran hombres y por lo tanto con más fuerza que ella, necesitaba ir rápida y chocar con ellos en un enfrentamiento directo no era una opción. Alanna extrajo una cinta del pantalón para poder atarse el cabello, si lo tenía suelto sería un estorbo, mejor llevarlo cogido en una coleta o tal vez en un moño.
-Permitidme que os ayude princesa.
Alanna giró la cabeza para ver a aquella persona que había decidido ir con ellas, había reconocido su voz aunque solo la había oído en una ocasión, le sorprendió verlo allí ya que ni el era un aspirante ni tampoco un Hijo del Sol y mucho menos un monje. Alanna se levantó del suelo sin perder de vista en ningún segundo al joven peliplata que la había visitado en sus aposentos hace una semana.
-¿Siempre vienes a molestarme en los momentos más oportunos?-Preguntó con sarcasmo la chica.
-Solo es la segunda vez que os visito, princesa
-Como sea… ¿A que has venido? Ahora no tengo tiempo para escuchar tus tonterías.
-Solo he venido a ver a una de las Hijas del Sol, eso es todo-Se quejó el joven sin perder aquella sonrisa maliciosa.
-Todavía no he hecho la prueba.
-¿Acaso hace falta? Al contrario que vuestro querido hermano Aldair, vos tenéis el sol brillando en vuestro interior.
El nombre de su hermano consiguió que un escalofrío le recorriera todo el cuerpo ¿Qué sabía el de Aldair? Eran mellizos, tenían más en común que muchos otros hermanos ¿Por qué decía que Aldair no tenía el sol en su anterior?
-¿Estás insinuando que mi hermano no llegará a ser un Hijo del Sol? Eso es imposible… el… el es incluso mejor que yo combatiendo, no puede perder.
El desconocido comenzó a reír, ya cansado de aguantar la risa que le subía por la garganta desde que conocía aquella chica tan inocente, realmente le resultaba divertido molestarla y confundirla, era algo de lo que jamás se cansaría.
-La prueba no consiste en quien es más fuerte ni quién tiene más habilidad, tampoco en quién le quita la vida al contrario… la prueba existe para que el anima despierte al colocaros en una situación cercana a la muerte, el combate acaba una vez el anima esta activo y eso ya no tiene nada que ver con la habilidad sino con el destino que le ha sido adjudicado, unos tienen suerte y brillan con fuerza… y otros como tu hermano en los que su luz se apagó desde que nació.
Un fuego interno fue creciendo en el interior de la chica mientras el desconocido hablaba, cada vez lo odiaba más, ya no le importaba que se burlara de ella pero no permitiría que dijera aquello de su hermano, el brillaba con más fuerza que el mismo sol.
-¡No te permitiré que hables así de…!
-Eres la siguiente-Le interrumpió
-¿Qué?
-Jewer Allyster y Alanna Vasary
La voz del monje logró que Alanna se girara hacia el lugar de donde provenía el sonido y el desconocido aprovechó para volver por donde había venido, andando tranquilamente sin importarle que hace un rato la chica había estado a punto de amenazarlo.
-Suerte con la prueba, princesa, aunque no te hará falta.
Cuando Alanna volvió a girarse el peliplata había desaparecido, se quedó unos segundos observando las huellas que había dejado en la nieve, quería seguirle y obligarle a que le respondiera muchas preguntas pero ahora debía acudir a la prueba, de todos modos estaba segura de que volvería a ver aquel chico. Se ató rápidamente el cabello en una coleta y corrió hacia el lugar desde donde había llegado la voz.
Alanna llegó al final de las escaleras junto a su adversario, era un chico bajo y rechoncho de pelo negro y cortó, vestía con ropa simple y llevaba algunas piezas metálicas de una armadura por algunas zonas del cuerpo sin llegar a tener una armadura completa, portaba un escudo en su brazo izquierdo y una espada envainada. La chica sonrió para sus adentros, un chico como ese no podría seguir su velocidad, había tenido mucha suerte con el adversario que le había tocado, aunque se sentía mal por el chico, trataría de no ser demasiado duro con el, con aquellos pensamientos penetraron a través de las grandes puertas abiertas del edificio que había al final del camino. El lugar donde se llevaba a cabo la prueba era llamado el Salón del Amanecer, situado en la zona superior de todo el complejo de edificios, era el lugar donde nacían los Hijos del Sol. Más centrado para ceremonias que para un sangriento espectáculo, el lugar disponía en sus paredes circulares los nombres de todos aquellos que habían sido escogidos como Hijos del Sol. Iluminado tan bien como el resto de los edificios, la claridad nunca se veía eliminada de la estancia por muy de noche que fuera. El suelo se podía diferenciar un dibujo creado piedra a piedra de un sol, el emblema del grupo, que era separado por pequeños surcos por los cuales corría la sangre de todos aquellos que luchaban allí. En bancos de piedra pegados a las paredes y elevados varios metros del suelo estaban sentados todos los Hijos del Sol con la mirada fija en los combatientes. Alanna se fijó en que los que habían pasado ya la prueba estaban sentados junto a sus nuevos hermanos, algunos con algunas heridas superficiales sin sanar, ya no parecín aquellos muchachos asustados que ella había visto mientras se equipaban, los derrotados salían por una puerta más pequeña al otro lado de la sala. Alanna y su rival caminaron hacia el centro de la sala y conforme más se acercaban se hacía más evidente que allí se había derramado la sangre, los surcos del sol estaban inundados por el líquido carmesí y una gran mancha contra los muros le hizo pensar que ya alguien había perdido la vida, en el centro del escenario les esperaba un hombre encapuchado, su túnica blanca y dorada estaba manchada de sangre.
-El combate termina en cuando uno de los rivales despierte su ánima… el combate termina cuando los jueces deseen que termine… el combate termina cuando uno muere-Anunció el hombre con tétrica voz-Saludad a vuestros futuros hermanos y al que os ayudará a ascender.
Alanna se giró hacia le público mientras desenvainaba la espada y se la colocaba frente al rostro, inclinó la cabeza hasta que su frente toco el frío metal de la espada, su oponente hizo lo mismo y luego se giraron y repitieron el mismo procedimiento el uno con el otro. Cuando terminaron ambos se pusieron en guardia, preparados para lanzarse al combate, el hombre encapuchado dio varios pasos hacia atrás alejándose de la zona de combate.
-Que vuestras espadas brillen bajo la mirada del sol-Dijo, ya era la décima ocasión en la que decía aquella frase.
Maseru- Caballero
- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 26/06/2012
Edad : 30
Localización : Alicante, España
Re: Capítulo 3 El Dios de la Luna Negra
jejejejejejej empieza el combate *0* en el siguiente se vera tu esfuerzo totalmente representado jejejejeje
muy buen capitulo estare esperando el siguiente
muy buen capitulo estare esperando el siguiente
chicoanime- Jump Ultimate Star
-
Mensajes : 1185
Fecha de inscripción : 19/04/2012
Edad : 29
Localización : andalucia/españa
genial!!
me encanto maseru, no paraba de emocionarme, sabes como mantener la atención del lector, muy buen capitulo =)
chofi- Caballero
- Mensajes : 136
Fecha de inscripción : 01/07/2012
Edad : 30
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Jue Jun 29, 2023 10:59 am por Admin
» No pensé que volvería a publicar algo aquí
Sáb Jun 11, 2022 7:19 am por chicoanime
» Bueno, aquí vamos otra vez.
Sáb Jun 11, 2022 6:59 am por chicoanime
» Un mensaje nostalgico desde el futuro
Dom Feb 27, 2022 5:56 pm por Haruna-Neko
» Miedo Rojo (One-Shot)
Mar Mayo 19, 2020 12:19 pm por Berseker
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Dom Mayo 17, 2020 5:43 pm por Berseker
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Mar Jul 15, 2014 6:40 am por Latinjack
» WWW. Beggining 1
Mar Jul 15, 2014 4:41 am por Latinjack
» Hola a todos :)
Jue Jul 10, 2014 3:13 pm por raizo