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Mensaje por Maseru Sáb Jul 14, 2012 5:56 pm

Bueno, 5º capítulo y una nueva pelea en este, aviso de que las peleas se han acabado por ahora, ahora vendrán unos cuantos capítulos en los que la trama se desarrollara un poco más por lo que seran un poco más de misterio y quizás algo más... ya veremos, les dejare con la duda por ahora xDD Disfruten y si quieren, comenten ^^

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El cuero endurecido de las protecciones en brazos, piernas y cuero que supuestamente debían ser flexibles eran tan rígidas que molestaban los movimientos del joven castaño pero no eran ni las protecciones ni el peso de estas lo que le hacía difícil moverse, eran los nervios, los nervios y el miedo que profesaba a aquel chico que tenía frente a el. Tragó saliva mientras sus ojos pasaban de la espada del rival a su sonrisa de superioridad, burlona y arrogante. Odiaba a esa persona desde el momento en el que habían ascendido juntos las escaleras y él lo había observado y había reído para sus adentros como descubriendo su ascendencia humilde y extranjera a simple vista, lo odiaba por creerse superior, lo odiaba por el estilo de vida que el habría llevado, lo odiaba porque con un rival como él sus probabilidades habían descendido en gran medida. Odiaba al príncipe Aldair desde aquel mismo día.

-Si tu rival es familiar de algún Hijo del Sol… lo mejor sería que te olvidases de la prueba al menos hasta el año que viene.

Eso es lo que Shezza le había dicho hace dos días, como si vaticinase lo que iba a ocurrir aquel día. Esas palabras le habían puesto furioso y le había pedido explicaciones a su maestra, las que le dio fueron suficientes como para calmar al chico cuando las reflexionó con tranquilidad. Los hijos de aquel grupo ya de por si vivían como si fueran la nobleza de Victaerus y por lo tanto desde que eran bien jóvenes tenían los mejores maestros en todos los campos, incluidos en esgrima, el solo estaba entrenando seriamente desde hace un año. Además el anima tenía cierto carácter hereditario, cuantos más miembros familiares lo hubieran despertado más probable era que un descendiente lo despertara también, Ken no tenía ningún familiar que hubiera despertado el anima por lo que sus posibilidades eran mínimas. Su rival era el hijo del mismísimo rey, los maestros más grandes del reino le habrían adiestrado y provenía de una familia en la que cada miembro había despertado su anima, no le habría podido tocar un rival más difícil.

-Que vuestras espadas brillen bajo la mirada del sol-Dijo el hombre encapuchado.

¿Entonces por que no se había retirado antes?... quizás solo pensaba en demostrar que alguien sin probabilidades era capaz de derrotar al candidato más indicado para conseguir aquel puesto. Ken comenzó a andar hacia la izquierda de Aldair mientras movía sus dos espadas en un movimiento circular, todo para empezar a poner en movimiento las muñecas y las manos, dos espadas contra una, Ken era más grande y más fuerte que el príncipe y a simple vista también tenía las piernas más largas, en lo referente a características físicas Ken se llevaba la palma. Aldair siguió su paso mientras mantenía la espada siempre por delante cogida con ambas manos. El golpe fue fugaz pero Ken no tuvo problema alguno para defenderse de él, con la espada de la mano izquierda desvió la estocada mientras contraatacaba con la otra espada directamente al rostro del oponente. Aldair se vio obligado a retroceder dando unos pasos rápidos hacia atrás, pero Ken ya se había puesto de nuevo en movimiento, el peso del cuerpo se cambiaba de un pie a otro mientras avanzaba, creando fintas mientras se acercaban el uno al otro. Las espadas bailaban y se tropezaban entre ellas en mitad del aire, una danza mortal en la que Ken era un torbellino, daba pasos rápidos mientras los aceros pasaban de un lado a otro sin detenerse, Aldair en cambio daba pasos seguros y firmes mientras dejaba fluir los ataques y las paradas, se limitaba a desviar lo suficiente las espadas para simplemente apartarse y dejarlas pasar. El príncipe se hecho a un lado dejando pasar el ataque de Ken que tropezó y estuvo a punto de dar con la cara contra el suelo. La espada de Aldair pasó rozando la espalda de Ken cuando el chico castaño rodó antes de que su caída terminara, una esquiva de profesional. Se puso en pie de neuvo mientras giraba sobre su cuerpo para desvía el ataque del príncipe, atacó y logró defenderse por segunda vez pero el príncipe le sorprendió golpeándole con el pomo de la espada en la boca, Ken cayó sentado al suelo y cruzó las espadas en X antes de que el golpe vertical acabara con el, las espadas se detuvieron entre ambos y Ken pateó el estómago de Aldair obligándolo a alejarse. Ken se levantó rápidamente antes de que Aldair continuara con su ataque, la boca se le estaba llenando de sangre, el príncipe se trabó contra el y ambos se vieron entonces cara a cara, la sonrisa socarrona estaba de nuevo en el rostro de Aldair.

-Ya ves cual es la diferencia entre tu y yo… no eres suficientemente digno para ser un Hijo del Sol.

Las palabras de Aldair despertaron la ira de Ken, quién iba a pensar que dejándose llevar por la ira le saldría un buen movimiento. La sangre salió de entre los labios de Ken en forma de un escupitajo carmesí que impactó directamente en la cara del príncipe, en los ojos exactamente, cegándole momentáneamente. El príncipe reaccionó de forma aturdida retrocediendo y lanzando espadazos a ciegas mientras se limpiaba con el otro brazo, Ken esquivó los golpes y sajó a la altura de la pantorrilla, un corte limpio a lo largo de la pierna que logró que el príncipe clavara la rodilla en tierra. Ken sonrió mostrando los dientes totalmente rojos por la sangre y volvió a escupir al suelo, varios de los espectadores trataron de controlar la risa sin demasiado éxito, les había hecho gracia aquella estrategia, entre ellos al mismísimo rey de Victaerus. Aldair se levantó, en su rostro se reflejaba el odio más profundo que una persona era capaz de manifestar, un rastro rojizo en su rostro señalaba el lugar donde el escupitajo había estado.

-¡Bastardo! ¡¿Cómo te atreves?!

-¿Acaso esta prohibido? Tú no eres superior a mí en este lugar y cuando termine agradecerás que haya sido el escupitajo de un Hijo del Sol.

Aldair cargó con mayor furia que antes, como si hubiera olvidado como se luchaba, los golpes sorprendieron a Ken que ahora se veía incapaz de contestar a los golpes. Los segundos se convirtieron en minutos y Aldair seguía atacando sin descanso, Ken trataba de evitar verse contra las paredes, se hirieron de nuevo, ambos al mismo tiempo uno en uno de sus iracundos golpes y otro en un desesperado contraataque, el príncipe recibió un corte en el costado mientras Ken sintió como el acero le cortaba el abdomen, un pequeño corte por el que la sangre caliente surgió. Ken trató de calmarse mientras observaba los golpes de su rival… le recordaba a el mismo cuando se enfadaba combatiendo contra Shezza… debía aprovecharse de aquel estado, era como luchar contra si mismo. El combate dio un giro sorprendente, Ken defendía con una espada y contraatacaba con la otra automáticamente, Aldair comenzó a retroceder acosado por el cansancio y la multitud de cortes por los que salían la sangre, Ken avanzó con seguridad mientras veía cada vez más cerca la victoria, la tenía al alcance de la mano, iba a ser un Hijo del Sol.

-¡Finalizad el combate! Ninguno de los dos logra pasar la prueba.

Aquellas palabras fueron como un martillazo para él. ¿Terminar? ¿Qué significaba aquello?... no tenía el anima, jamás sería un hombre de los Hijos del Sol, aquel año había sido completamente inútil. Bajó las espadas mientras dirigía una mirada de súplica al arbitro pero el hombre encapuchado solo le dirigió una mirada alarmada desde el fondo de la capucha, detrás de el los espectadores se levantaban precipitadamente de sus bancos.

-¡ALTO! ¡HE DICHO QUE OS DETENGAIS!

La voz del arbitró retumbó en toda la sala. Ken no reaccionó rápido a aquellos gritos, fue solo el brillo del acero a su lado lo que le hizo girarse, solo para ver como la espada del príncipe caía sobre su hombro derecho, cortando el cuero, la carne y el músculo hasta alcanzar el hueso, al golpe le acompañó un dolor insoportable, tan intenso que automáticamente todo comenzó a perder sentido, las imágenes se desplazaban a cámara lenta, el primero en llegar fue el rey que separó a su hijo de Ken, luego todo se volvió oscuro para él.

-¡Llevadlo a la enfermería rápido!

El rey cedió el cuerpo del chico a los monjes que llegaron corriendo, las ropas reales se habían teñido de rojo al igual que el suelo donde el chico había caído. Varios de los Hijos del Sol ahora estaban en aquel escenario cuchicheando entre ellos mientras poco a poco se volvían a sus sitios, escalando aquel muro con sencillez, el rey en cambio, con zancadas largas y rápidas se acercó a Aldair, Alanna hablaba acaloradamente con su hermano, seguramente recriminándole su comportamiento, cuando el rey llegó hasta ellos ambos giraron sus cabezas hacia él, la respuesta del rey fue rápida y el golpe se escuchó en el silencio que se había hecho en la sala. Aldair estaba tendido en el suelo con el labio partido gracias al bofetón que el rey le había propinado, Alanna se agachó rápidamente para ayudar a su hermano y fue a quejarse pero los ojos con los que su padre miraba a su hermano hicieron que las palabras no salieran de su boca.

-Eres un imbécil Aldair… ¿Qué pretendías? ¿Matar a ese chico?

Aldair rechazó la ayuda de su hermana de un manotazo y se levantó mientras el fuego de sus ojos ardía con toda su ira, el padre se mantuvo impertérrito hasta que aquellas palabras salieron de los labios de su hijo.

-Yo, Aldair Vasary, te reto a ti, Kahiel Vasary, por el trono y la corona de Victaerus.

El murmullo fue general y Alanna se levantó mientras observaba a su hermano, entre sorprendida y asustada por lo que aquellas palabras significaban… solo el más fuerte podía reinar en Victaerus, por lo que cualquiera podía retar en combate al rey… pero nunca se había dado el caso en el que un hijo retara a su padre. Alanna buscó los ojos de su padre y lo que vio en ellos fue una profunda decepción, en sus ojos no brillaba ya el brillo paternal que tenían cuando miraba a sus hijos… no existía cuando miraba a Aldair.

-Esta bien Aldair Vasary, aceptó el reto.

Alanna tuvo que marcharse del sitio a sentarse de nuevo en su banco, le habían recolocado el hombro y ahora llevaba el brazo en un cabestrillo, ya no le dolía pero lo que estaba a punto de ver haría que aquel dolor que había sentido en el momento en el que el hombro había vuelto a su sitio fuera una simple minucia. Su padre estaba a un lado del escenario y esperaba a que terminaran de vendar las heridas de su hijo. Aldair apartó a un lado al monje mientras esgrimía la espada, su padre no llevaba arma lo cual era un insulto hacia su hijo, significaba que no lo consideraba lo suficientemente digno como para usar un arma contra él… se había decidido a humillar a su hijo. Alanna cerró los ojos cuando el arbitró dio inicio el combate, solo duró unos segundos, escuchó un golpe seco y como el suelo retumbaba. Al abrir los ojos su padre volvía caminando a su sitio y su hijo estaba literalmente empotrado contra el muro, Aldair cayó hacia delante completamente inerte, estaba inconsciente, los monjes se dieron prisa para llevárselo de allí.

-Que pasen los siguientes-Fueron las únicas palabras de su padre cuando se sentó junto a ella.
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